Tiene tan sólo 22 años y un
largo recorrido por delante, pero ya ha agotado prácticamente los
calificativos. Leo Messi no falla nunca y el Barça sufre una especie de
adicción que le lleva a necesitar del argentino como el aire que
respira. Lo dice su fútbol y lo dicen también unos números que
demuestran una vez más que hoy por hoy 'La Pulga' es, sin duda, el
auténtico líder mundial, el destinado a ser escogido como próximo
'Balón de Oro'. Messi ha pasado de ser un jugador determinante en el
juego del Barça a convertirse también en decisivo, a aportar ese
instinto letal que siempre ha tenido. Esa evolución comenzó a gestarse
la temporada pasada, en la que sus estadísticas estuvieron en
consonancia con lo que suele ofrecer su juego. El inicio de la presente
no ha sido una excepción. De los ocho partidos que ha disputado esta
campaña, siete de ellos se han visto condicionados por alguna acción
determinante suya, sea un gol o una asistencia. Sólo en el Inter de
Milán-Barça, que finalizó con empate a cero, su concurso no tuvo
relevancia numérica, aunque aquel encuentro fue durante mucho tiempo un
monólogo atacante del equipo azulgrana en el que el argentino tuvo gran
parte de culpa, pero que no se reflejó en el marcador de milagro.
En los otros siete partidos oficiales que ha jugado (sólo se ha
perdido la ida de la Supercopa de España ante el Athletic y el primer
choque de Liga, ante el Sporting de Gijón) su participación ha sido más
que relevante. Sus números arrojan un total de ocho goles y cuatro
asistencias esta temporada. Todas estas acciones han estado repartidas
de forma adecuada e inteligente, para regocijo de los intereses del
Barcelona, que lleva una temporada en la que suma nueve partidos
oficiales ganados y sólo uno empatado. La palabra derrota ni existe.
Su primera aportación llegó en el Barça-Athletic de vuelta de la
Supercopa de España. Anotó los dos primeros goles del Barça y sentenció
el título, que ya había quedado encarrilado en San Mamés (1-2). Después
llegó su gran asistencia a Pedro en el único tanto que se marcó en la
Supercopa de Europa ante el Shakhtar Donestk y que sirvió para levantar
el segundo trofeo del presente ejercicio. Todavía había mucho más.
Revitalizó al Barça en Getafe saliendo desde el banquillo y
sentenciando el partido con el segundo tanto azulgrana. Ante el
Atlético de Madrid, volvió a exhibirse marcando dos goles y dando una
asistencia a Keita tras una jugada personal maravillosa. Algo similar
sucedió en Santander, donde con dos tantos y un pase de gol a
Ibrahimovic, lideró la goleada azulgrana (1-4). No marcó en Málaga,
pero sí asistió a Ibra en el tanto que sirvió para abrir el marcador.
Por último, logró el primer gol del Barça en el choque del martes ante
el Dinamo de Kiev y estrenó así el casillero anotador del once culé en
esta competición, comenzando la temporada como finalizó la anterior. Y
es que a Leo le cabe el honor de haber sido el jugador que logró el
último tanto de la pasada Liga de Campeones, aquel testarazo en Roma al
Manchester United que cerró la conquista del título para el Barça, y
también de ser el máximo goleador de aquella edición, con nueve dianas.
Pero Leo no se conforma. Siempre quiere más y su equipo lo agradece
enormemente. Que sea por muchos años