Después de su irrupción en el fútbol mundial como una figura de
jerarquía internacional, Lionel Messi se convirtió en uno de los
jugadores que más expectativa genera en el equipo argentino. Para
muchos se trata de la mayor aparición futbolística de los últimos
tiempos, ahora bien: ¿alcanza?. Por lo visto anoche en Rosario, su
ciudad, no fue suficiente. Entregó una muestra más de que su contenido
no conforma, en cuestión de minutos.
Sus arranques explosivos, su talento y su eficacia han demostrado
ser capaces de cambiar el curso de un partido en Barcelona, muchas
veces, y con los juveniles argentinos, pero anoche no pudo conseguirlo
en el tan esperado partido para él. Ahora el desafío más grande que
siente Messi es la consolidación definitiva como hombre-orquesta con la
camiseta del seleccionado. "Estoy muy ilusionado con jugarme todo ante
Brasil, esperemos que todo salga bien", era el deseo previo de la Pulga
antes del partido, reconocido ante su círculo íntimo.
Messi tenía en el choque ante Brasil la oportunidad de afianzar una
esperanza que está en marcha desde su aparición, con la salvedad de que
a pesar de estar fogueado en la alta competencia, tiene mucho que
aprender con la camiseta celeste y blanca. Como en la jugada que perdió
que derivó en el tercer gol de Brasil, aunque no sea responsabilidad
suya ese festejo ajeno.
Valentía para imponer su gambeta no le falta, aunque en cada partido
deberá poner más sus dotes de jugador distinto mientras los resultados
no lo acompañen. El técnico Diego Maradona admitió que la "Pulga" pasó
"la mejor semana" de preparación. "Se tiene que hacer hombre de golpe.
No puede ser el pibito de la promesa. Fue su mejor semana, está rápido,
concentrado. Es cierto, lo cargamos de responsabilidad, pero no sólo él
la tiene. Todos sabemos lo que nos jugamos", explicó Maradona en la
atención al periodismo en los días previos al partido. Quizá también
debería haber una mayor preparación táctica de los partidos,
especialmente en defensa, para respaldar de una manera más firme a los
de arriba.
El seleccionado necesita, en definitiva, de todo eso que se ve de
Messi en Barcelona: una descarga eléctrica que hace sospechar que
enseguida se encenderá una luz. Aun fugaz, ese destello estuvo presente
en los primeros minutos, pero no hubo oportunidad de comprobarlo en la
totalidad del choque frente a los brasileños que puso un llamado de
atención en el andar argentino en las eliminatorias para Sudáfrica
2010. Un hecho que quedó marcado a fuego en el ambiente.
Lionel Messi llegó hace una semana al país procedente de España para
sumarse al plantel de la selección. El delantero de Barcelona había
dicho a poco de su arribo al aeropuerto de Ezeiza que estaba
mentalizado para jugar el clásico, aquí, en su Rosario natal. Así fue
el primer adelantado de los futbolistas que militan en el exterior, ya
que el entrenador del Barca, Joseph Guardiola, le otorgó un permiso
especial para no jugar en la primera fecha de la Liga española y
sumarse al conjunto que dirige Diego Maradona.
El rosarino, que arrastraba una molestia muscular y no jugó el
amistoso con Rusia en Moscú, vino hacia su gran desafío, tras haber
participado en el partido en el que Barcelona se adjudicó la Supercopa
de Europa tras ganarle 1-0 al Shaktar Donetsk de Ucrania en tiempo
suplementario, en Mónaco.
Como se dijo, el delantero de Barcelona llegaba en un buen nivel
después de ser multicampeón con Barcelona y encaminado para ser elegido
el mejor jugador del mundo por la FIFA. Es uno de los primeros en las
apuestas para apoderarse de la distinción personal. Asimiló
sobradamente la etapa de maduración en Europa. La Argentina siempre
espera por su figura, por el jugador providencial, el que se eleva por
encima de todos y encima pasa a la historia grande, en la galería de
los elegidos y la figura de Messi no logró consolidarse con todas las
luces que se necesitaban para superar a Brasil. Y al final, después de
intentar por todos los medios de que fuera el partido de su vida, la
noche resultó una pesadilla.