Quieren que Messi llore, sí,
sí, que llore porque los héroes en Argentina lloran, porque Maradona
llora, porque Martín Palermo llora. Quieren que exprese sentimientos,
que sea marrullero, que se tire al piso, que haga declaraciones
fuertes, que bese la camiseta una y otra vez, que se gire hacia la
gente y grite, que haga aspavientos, que eructe, que sea del pueblo,
'potrero' hasta en los modales, que se ría, que mire de forma
desafiante, que sea un líder. Quieren que agarre el balón y él solito
decida los partidos, que drible a seis y marque de tacón pero por
egoísta, no porque tenga la clase para hacerlo. Quieren que sea
auto-suficiente, que no necesite del equipo. Quieren a otra persona,
quieren construirse su Messi a medida y eso es imposible porque Leo ya
hace 22 años que camina por este mundo. Quieren todo aquello que nunca
le pedirán en Barcelona. Nadie.
Cuando dicen que no es argentino, hay un punto futbolístico de
realidad, porque el ADN de Messi es blaugrana. Leo se ha educado
futbolísticamente en la cantera blaugrana, donde la calidad se protege
pero se pone al servicio del equipo. Se ha convertido en el mejor del
mundo compartiendo su fútbol, aquí en Argentina cada jugador hace su
guerra. Todos quieren ser San Palermo, todos quieren su tapa en la
portada al lado de Maradona. Mira a Jonás Gutiérrez y le dice, "al pie,
no chutemos aún, al pie". Pero no, chutan Di María, Enzo Pérez, Jonás
Gutiérrez, Mascherano…. Se la juegan todos. El Pipita Higuaín falla sin
ángulo, aquí nadie busca al mejor ubicado, la idea es marcar para que
Diego los nombre.
Messi no tiene la jerarquía en Argentina que ostenta en el Barça.
Nadie en el vestuario de Guardiola cuestiona el liderazgo natural de
Leo, es un líder no de coraje o corazón, es un líder futbolístico. Si
Messi está asistido, el equipo gana, si le das el balón a Leo, algo
pasa. Nadie exige a Messi que haga de Carles Puyol, cada uno tiene su
rol. Aquí en Argentina adoran el desdoblamiento de personalidad.
Por eso seguirán lloviendo las críticas hacia Leo, aunque el fondo
lo único cierto es que Argentina es una selección nacida de la
improvisación, sin orden táctico, sin entrenador. Messi sabe que el
trabajo de Rijkaard en su día, ahora el de Guardiola multiplicado por
dos, es básico. Sabe que los entrenadores en el Barça nunca le dirán:
"Sal y resuélvelo". Dibujarán en la pizarra una estrategia para dotar
al jugador de las mejores circunstancias para que pueda desplegar su
fútbol.
Leo decía tras el partido: "Lo importante era ganar…". Esa es la
cultura que se ha adueñado de la selección albiceleste. En el Barça
sabe que se gana porque se juega bien o por lo menos, porque se intenta
jugar bien, como equipo, por supuesto. Por eso si algún partido se
resuelve con un jugadón de Messi aún tiene más relevancia.
Uruguay, bien armada
Al contrario que Argentina, Uruguay se presenta bien armada con
Òscar Tabárez, un técnico capaz de dar lecciones en la altura a un
Sixto Vizuete que acariciaba la clasificación de Ecuador y ahora se la
juega ante el Chile del argentino Bielsa. Uruguay está en estado de
gracia. El Diego bueno de toda esta historia es Forlán, que marca de
penalti, da la asistencia en el primer gol y sostiene al equipo bien
acompañado en la delantera por un Luis Suárez pletórico, perfecto
sucesor del dos veces Bota de Oro europeo. "He soñado con el partido de
mi vida, lástima que sea contra Argentina…", decía Forlán. Y es que en
la albiceleste juega –jugaba, ahora va al banquillo– su amigo el 'Kun'
Agüero.
La selección celeste es mejor equipo que Argentina, sencillamente
porque la albiceleste no es un equipo. El equipo de Maradona si gana en
Montevideo está clasificado, si empata, va a la repesca, si pierde
puede quedar fuera siempre que Ecuador gane. Maradona piensa en dar
entrada a la 'Brujita' Verón, otro de perfil Martín Palermo, y sentar a
Pablito Aimar. Quiere bajar aDe Michelis a la banda para que Jonás
pueda recuperar su posición en el campo. En punta Higuaín y Palermo,
para que haga otro milagro