Los diez goles de Leo y Zlatan han sido producto del fútbol colectivo de un equipo que juega de memoria.
El Real Madrid, tanto su presidente Florentino Pérez como su director
general Jorge Valdano, no ha tenido ningún recato en admitir que se ha
visto obligado a hacer la inversión más grande jamás realizada en el
mundo del fútbol (255 millones de euro) para “intentar acabar con la
hegemonía del FC Barcelona”.
También fue Valdano quien agregó a
su libro de frases famosas que el Real Madrid tenía que buscar un
antídoto para Messi. Con esa intención acabó Cristiano Ronaldo en el
Santiago Bernabéu, así como Benzema, para hacerle sombra a Ibrahimovic,
o Kaká a Xavi e Iniesta. La casa blanca se ha visto obligada a hacer en
una sola temporada la inversión que debía hacerse en dos o tres.
Tan
solo han transcurrido cinco jornadas de Liga y el pulso no ha
defraudado a nadie. Barça y Real Madrid han ganado todos sus partidos
y, además, han conseguido prácticamente el mismo número de goles.
Diríase que se marcan mútuamente, como un pegajoso defensa sobre el
delantero centro rival.
Sin embargo, las formas, esas a las que
tradicionalmente siempre se le ha dado mucha importancia en el Camp
Nou, no están siendo las mismas en el Barça que en el Real Madrid. Cómo
será que incluso la corte mediática que acompaña al conjunto blanco
admite que existen muchas lagunas en el juego blanco, que no acaba de
encontrarse a gusto con el sistema de juego de Pellegrini, admitiendo
que las victorias llegan más por la calidad individual de sus estrellas
que por el juego colectivo.
En el FC Barcelona, por su parte,
todo sigue como había terminado la última temporada. Fútbol de manual,
gran trabajo colectivo y brillo absoluto de sus principales estrellas,
que aprovechan la calidad del conjunto y de sus compañeros.
En
estas se ha abierto un duelo realmente interesante entre los aspirantes
a terminar el campeonato como máximo artillero. Con permiso del
valencianista Villa, con seis dianas, están empatados a cinco goles el
luso Cristiano Ronaldo y los azulgranas Messi e Ibrahimovic.
En
Madrid han subido a los altares a un Cristiano Ronaldo que continúa
mostrando su cara más antipática y egoista al seguir enfadándose cuando
es sustituido. Ya le hizo ese mismo feo a Alex Ferguson y ya lleva dos
desplantes a Pellegrini. Se olvida Ronaldo que sus compañeros de equipo
también tienen derecho a jugar como él. Por lo tanto, les está faltando
al respeto. De momento se lo perdonan porque acaba de llegar y esto no
ha hecho más que comenzar, pero que sepa que no le hace gracia a
nadie...
Quizá el portugués se marchó enojado el pasado sábado
por no poder despegarse en la tabla de goleadores de Ibrahimovic y,
sobre todo, de Messi, a quien parece ser no le guarda excesiva
admiración: “¿Balón de oro? Yo ya lo gané”, dijo hace poco cuando le
preguntaron por las posibilidades de obtenerlo este año 2009. Es
verdad, pero ahora es el turno de Leo y no quedaría nada mal que alguna
vez, aunque sólo fuera una, admitiera la calidad suprema del argentino.
Messi le puede enseñar, por ejemplo, a respetar a sus compañeros de
equipo. Leo jamás se ha enfadado cuando ha sido sustituido.
Entre
las muchas comparaciones que se pueden hacer entre Barça y Real Madrid
está el acierto goleador de sus delanteros. Ronaldo, con sus cinco
tantos, se ha erigido en el gran goleador del equipo blanco. En el
Barça, sin embargo, esa capacidad la tienen dos hombres: Ibrahimovic y
Messi.
El sueco está haciendo historia. En los últimos tiempos
no ha habido otro delantero como él. Marcar en los cinco partidos de
Liga no es nada fácil y menos haber sido el que ha abierto el marcador
en los cuatro últimos. Un prodigio de acierto.
A Cristiano no se
le puede quitar mérito alguno, pero la mayoría de sus goles son por
acciones aisladas, producto de su gran calidad individual, incluso de
penalty. Y de faltas directas. Los goles de Ibrahimovic y los cinco de
Messi han sido todos por jugadas colectivas, gracias a esa gran
facilidad que tiene este Barça en juntarse, combinar y llegar a la
portería contraria.