Es el futbolista más desequilibrante del mundo. A sus 21 años
está "condenado al éxito". Su gambeta es la más temida por los rivales.
Conduce la pelota a gran velocidad y no pierde precisión. La lleva
atada a su botín izquierdo. Cambia de dirección, amaga, se frena,
vuelve a arrancar. Parece que se la van a sacar, pero casi siempre la
conserva. Hace muchos goles: de penal, de tiro libre y, sobre todo, de
jugada. En las definiciones, elige el lugar. Nunca les rompe el pecho a
los arqueros y, si puede, los gambetea, algo infrecuente en el fútbol
de hoy, en que la moda es patear fuerte y al bulto. Tiene muchos más
pases gol que cualquier otro acusado de individualista".
Este texto no es original, pero no ha perdido vigencia. Fue publicado
en este mismo espacio el 15 de septiembre de 2008. Dos días antes,
Lionel Messi había comenzado su temporada 2008-09 con Barcelona en el
empate 1 a 1 contra Racing de Santander. Por primera vez, había usado
la camiseta número 10 blaugrana. Todos los reflectores ya le apuntaban
a él tras la partida de Ronaldinho a Milan. Considerado la piedra
fundamental del nuevo proyecto, el club había intentado por todos los
medios, aún los judiciales, que no fuera a los Juegos Olímpicos. El
presidente Joan Laporta estaba jaqueado por una crisis institucional,
potenciada por el final del ciclo Rijkaard. Aquella transformación del
club, generada por su llegada en 2003, corría el riesgo de
interrumpirse abruptamente.
Vale la pena hacer un poco de historia. En junio de 2003, Laporta
gana las elecciones y, como primera decisión importante, elige
contratar a un crack mediático como Ronaldinho. El equipo debía girar
alrededor del brasileño. Los galácticos de Real Madrid habían ganado la
Champions 2001/02 y la Liga 2002/03. Zidane, Ronaldo, Figo, Raúl y
Roberto Carlos dominaban el país. Su presidente Florentino Pérez decide
duplicar su apuesta. Despide a dos símbolos del club como el defensor
Fernando Hierro y al DT Vicente del Bosque. Contrata a David Beckham,
el futbolista en actividad más famoso del mundo. No había necesidad
deportiva de sumarlo, pero fue una decisión de puro marketing. En ese
verano europeo de 2003, el planeta fútbol comenzó a cambiar. A partir
de ahí, Real Madrid recorrería el camino de la decadencia y Barcelona
se convertiría en el mejor del mundo.
Tres años más tarde, en París, el convencido Barça levantaba la Copa
de Europa y el confundido Real Madrid buscaba nuevo entrenador. Sin
embargo, en mayo de 2008, los roles habían vuelto a invertirse: el
Madrid celebraba su segunda liga consecutiva y los "culés" buscaban
entrenador.
La derrota ante Manchester United en la semifinal de la UEFA
Champions League había marcado el final de una exitosa era. En
Barcelona, todo era un enorme signo de interrogación. Antes de irse, el
brasileño Edmilson había admitido la falta de armonía en el vestuario.
Ante este escenario, muchos catalanes pedían la llegada de un técnico
con mano dura, capaz de "poner en caja" a estos futbolistas. El
portugués José Mourinho llenaba el formulario. La promoción de Josep
Guardiola como entrenador del equipo no generaba un respaldo unánime
entre socios e hinchas. En este contexto, Leo Messi asumió la
responsabilidad de ser la estrella indiscutida del equipo. No ejerció
de líder. Ese lugar les correspondió a Puyol, a Iniesta y a Xavi, que
venían de ser campeones de Europa con la fascinante selección española.
En este notable ejercicio 2008-09, demostró de qué está hecho. La
rompió toda, hizo goles de todos los colores (38), ganó la Triple
Corona e iluminó al mundo. Messi siempre registró perfectamente lo que
representaba esta temporada para él. No sólo estuvo a la altura de su
talento sino también de nuestras exigencias. Este Messi juega mejor que
hace un año. Juega más simple. Ya no siente la obligación de
gambetearse a todos los rivales cada vez que agarra la pelota. No tiene
problemas en hacer un pase de dos metros si la jugada se lo pide. Esta
temporada 2008/09 ha sido clave en su formación futbolística. Hizo
mejor al equipo y el equipo lo hizo mejor a él.
Pero hay algo más, vinculado con su físico, antes tan frágil. Tras
tres años con alguna lesión muscular, terminó limpito. Jugó casi
sesenta partidos sumando su club y la selección. Y podrá descansar un
mes entero tras los partidos de eliminatorias. No pudo hacerlo en los
cuatro años anteriores. En 2005, el Mundial Juvenil de Holanda. En
2006, el Mundial de Alemania. En 2007, la Copa América. Y en 2008, los
Olímpicos. Le vendrá muy bien el reposo antes de la temporada previa a
Sudáfrica 2010. Si la Argentina se clasifica, tendrá a su estrella sin
desgaste acumulado.
Desde los 13 años, conoce la filosofía y el estilo de Barcelona.
Toque, pase, circulación de pelota y mano a mano en los metros de la
verdad. Tras brillar en infantiles, cadetes, juveniles, Barça C y Barça
B, debutó profesionalmente el 16 de octubre de 2004 ante Espanyol. Usó
el número 30, luego el 19 y ahora el 10. En el fútbol, no sólo se trata
de las condiciones técnicas individuales, sino también de que el equipo
las valore y permita expresarlas. ¿Habría sido el crack que es si
hubiera caído en otro equipo? Permítanme dudarlo. Y el Barça ha sido el
club ideal para Messi. Por eso, Charly Rexach le redactó un contrato en
una servilleta. Había comprobado que el chaval era bueno de verdad.
El rosarino fue uno de los siete titulares en la final de Roma
surgidos de esa fábrica de cracks llamada "La Masía": Valdés, Puyol,
Piqué, Xavi, Busquets, Iniesta y él. Por supuesto, agreguemos a
Guardiola, que ya había levantado la Copa como futbolista en 1992. No
saben el valor que esto representa, en términos de identidad y
pertenencia, para un club como Barcelona. Ha habido otros equipos
campeones, pero ninguno tan catalán como éste.
"Este profundo vínculo con el Barça le ha quitado identidad con el
fútbol argentino. Messi es el único jugador de la selección que no
tiene hinchada que lo respalde. Es el único futbolista de la historia
del seleccionado que no ha jugado minuto alguno en un club argentino.
Esta insalvable asimetría de origen provoca que algunos hinchas lo
apunten como problema y no como solución."
Este texto tampoco es original pero sigue vigente. A buena parte del
público argentino, aún le cuesta disfrutar de Messi. Se está perdiendo
de algo bueno en serio. Y a Messi aún le cuesta jugar en la selección
como en Barcelona. Sigue sintiendo la obligación de hacer la jugada
mágica cada vez que la agarra. Toca menos pelotas que en su club. El
Barça lo invita a jugar. El seleccionado lo obliga a resolver. Ojalá
Maradona logre con Messi exactamente lo mismo que Bilardo logró con él
como futbolista. Es decir, rodearlo con futbolistas complementarios que
potencien sus virtudes. Luego le tocará al propio Messi hacer mejores a
sus compañeros.
Si bien no se puede hablar de táctica sin nombres propios, Maradona
podría fijarse en el armado y en las características de los futbolistas
de Barcelona para encontrarle los mejores intérpretes. Por ejemplo, un
lateral derecho que le pase todos los tiros cuando juega de extremo.
Mediocampistas con pase y llegada. Un nueve de área que mantenga a los
centrales ocupados. Quizá deba quedarse fuera del equipo una figura
rutilante. No sería la primera vez: Borghi jugó muy poco en México ?86.
Y ese Bichi era extraordinario?
"Si al Barça le va bien, será el gran responsable. Si le va mal,
también. A los 21 años en la mayoría de edad, el futbolista más
desequilibrante del mundo tiene que hacerse hombre". El final de
aquella nota de septiembre de 2008 queda muy desactualizado. En mayo de
2009, Lionel Messi ya es un hombre. Y juega al fútbol mejor que todos
los demás.