En el discurso impulsivo de
Guardiola cuando fue presentado, en ese periodo de máxima tensión que
precedió a la celebración del voto de censura, el técnico enfocó con
absoluta precisión y claridad su postura respecto a Messi y la
aterradora amenaza -en aquel momento- de jugar sin él la previa de la
Champions. Leo no sólo se había ilusionado con ganar la medalla de oro
en los JJOO de Beijing, sino que era el menos culpable de todos de ese
tercer puesto azulgrana en la Liga anterior tras la temporada más
frustrante. "Si no tenemos la obligación de cederlo, quiero que esté
aquí, con todos, trabajando", sentenció erróneamente Guardiola.
La directiva consiguió que el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS)
le otorgara el derecho a arrebatárselo a Argentina. Pero para primeros
de agosto, transcurrido un mes largo desde su toma de posesión, Pep
entrevió otra realidad. Su propia percepción de cuando él conquistó el
oro en Barcelona'92, siendo un chaval como Leo, le dio perspectiva para
ver las cosas de otro modo. Dejarle ir a los JJOO, bajo estrictas
condiciones médicas, físicas y nutritivas, resultó la mejor inversión
en un crack que ha explotado como suponía.
El propio Pep, que al principio tuvo problemas de comunciación con
Leo, pasó de querer que "Leo no lo resuelva todo" a reconocer que "con
él somos más fuertes". Junto a la acumulación de éxitos, goleadas,
exhibiciones y el estrellato de Messi, que en paralelo han convertido
también a Guardiola en el primer entrenador de dimensión institucional
de la historia del Barça, se han producido avances en la fluidez de esa
difícil conexión técnico-figura. Pep ha sabido encontrar, lo que no era
fácil dada la naturaleza introvertida del argentino, un lenguaje común
gracias al cual han sintonizado. Guardiola le reconoce esa capacidad
para asumir la responsalidad y resolver en los momentos de apuro, es
decir admite que es el crack, y al mismo tiempo trata de que no se
sienta agobiado, a sus 21 años, por esa enorme carga que él parece
llevar con gusto, ganas y naturalidad: nada menos que las esperanzas de
ganar el triplete de oro para el barcelonismo.
Guardiola ha conseguido pulir su protagonismo a favor de un grupo
que también le ha dado esos galones invisibles de figura. Es muy joven
y, aunque no lo parezca, muy frágil. Pero hoy Messi ya confía
plenamente en Pep