Espero que Guardiola haya aprendido la lección; la lección que nos ha dado hoy Leo Messi. Se la jugó dejándole en el banquillo ante el Racing de Santander sabiendo que Leo tenía muchas ganas de conseguir el gol 5.000 de la historia del Barcelona
y el partido se le puso cuesta arriba. Cuando el gigantón Zigic
adelantó a los cántabros, y después de que su equipo se mostrara plano
y sin precisión en la punta de ataque -ni Eto’o ni Henry supieron tirar
del carro- tuvo que rectificar y sacar al campo a Messi.
Éste, siempre generoso, le regaló dos goles y una nueva victoria, a la
vez que hizo justicia porque como dije esta mañana no existe un jugador
que se merezca más entrar en la historia culé en estos momentos es Messi. Messi
entró por Busquets. Lo primero que hizo fue coger un rechace a remate
de Xavi al larguero para empatar con su pierna mala, la derecha; el
partido había cambiado. La sola presencia de Messi
aumenta la moral de sus compañeros, mejora su rendimiento y empequeñece
las virtudes de los rivales, que ven cómo sus posibilidades de éxito
disminuyen considerablemente. A falta de diez minutos llegaría su
momento para la historia. Un balón caído del cielo lo bajó como los
ángeles y le dio cobijo dentro de la portería con la sutileza y la
contundencia que sólo saben hacer los grandes como él. Era el gol de
la victoria del Barça, el que certificaba que el líder es intratable,
sobre todo con él sobre el césped, el que une para siempre la figura de
Messi al Barcelona. ¡Enhorabuena Leo! y como dice Sport, ¡5.000 gracias!