Después de su gran debut frente a Nigeria, Lionel Messi dio señales de
que podía empezar a darle a la Selección una respuesta similar a la que
le brinda al Barcelona de Guardiola. Su imagen se fue apagando a medida
que pasaron los partidos y fue inevitable vincular su desabrida
actuación la dolorosa despedida del Mundial.
Messi reflejó las
dificultades -arrastradas desde anteriores partidos- de Argentina para
generar peligro en jugadas colectivas. En una gran cantidad de acciones
se lo vio arrancar prácticamente como lateral derecho, en una zona en la
que es difícil que logre hacer pesar su habilidad.
Así y todo,
en el primer tiempo se las arregló para concretar un desborde en el que
apiló a dos defensores y llegó hasta la línea de fondo, pero su centro
tomó demasiado efecto y se fue por atrás del arco. También contó como
aporte positivo un pase preciso para Tevez que fue bien anticipado por
el arquero Neuer.
En el complemento, a medida que pasaron los
minutos, su presencia tuvo menos peso. Se enredó en intentos
individuales que siempre chocaron siempre con la ordenada defensa
alemana, y la ilusión de que su magia pudiera torcer la historia volvió a
chocar contra la realidad.
Quedó entonces en Sudáfrica 2010 la
asignatura pendiente de ver jugar en la Selección a ese Messi que
muestran las imágenes de televisión con la camiseta del Barcelona. Y más
allá de aguardar que su presencia sirva para conseguir un aporte
positivo, ayudaría que el futuro le ofrezca un equipo que lo ayude en lo
colectivo. De otra manera, es probable que haya que seguir esperando.